lunes, 13 de diciembre de 2010

canto xxii

La Odisea. Canto XXII

Odiseo dirigió su arco a donde jamás hombre alguno había dirigido sus armas, el cuerpo de Antínoo. La flecha le atravesó el cuello y salió por su nuca, mientras el altivo pretendiente caía al suelo ya sin vida en medio de un charco de sangre. Telémaco se colocó junto a su padre y también él preparó su arco.


Todos los galanes se levantaron indignados creyendo que el tiro se le había escapado al anciano e, ingenuamente, insultaron y amenazaron al asesino con las más afiladas palabras, pero Odiseo reveló su identidad y el pánico más absoluto se adueñó de los indignos presentes.
Eurímaco, primero ante todos, juró que la culpa de todo lo ocurrido la tenía Antínoo, por lo que Odiseo debía perdonar a todos los demás ya que la justicia estaba hecha; el rey solamente respondió con una flecha que se clavó en su hígado, produciéndole una lenta y dolorosa muerte.
Los galanes se aterrorizaron y muchos de ellos cayeron en segundos víctimas de las flechas del rey y la lanza de su hijo.



Anfínomo se rebeló contra el rey, pero la lanza de Telémaco divino le atravesó el pecho y la espalda, robándole el aliento, las fuerzas y la altanería.
Odiseo lanzó sus saetas con enorme precisión, sin errar uno solo de sus disparos.


Telémaco se dirigió a la sala del tesoro para traer armas para él, su padre, Eumeo y Filetio, pero en un descuido dejó la puerta de la sala abierta y Melantio aprovechó para tomar armas y entregarlas a los pretendientes. Odiseo sintió temor al ver a sus enemigos tomando las armas y envió al porquerizo y al boyero a solucionar el problema, ellos sorprendieron a Melantio en el tesoro y, por órdenes del rey, lo sujetaron con cruel atadura y lo encerraron allí.
Seis pretendientes arrojaron sus lanzas, pero todas fueron desviadas por Atenea y en la respuesta Odiseo acabó con Deloptólemo, Telémaco con Eurínomo, Eumeo terminó con la vida de Elato y Filetio con la de Pisandro.
En esta imagen vemos a Odiseo acabando con la vida de varios galanes que trataban de huir.


En un nuevo ataque el rey mató a Euridamante, Telémaco arrancó las fuerzas a Pólibo y a Anfidamante, y Eumeo y Filetio aniquilaron a Ctesipo.
Desde lo alto, Atenea observa la masacre que su querido protegido estaba realizando.
Leodes suplica piedad y perdón al rey, pero éste se la niega sin demora y lo atraviesa con una de las lanzas que Melantio había traído a los galanes.
Luego de aquello, Femio, el cantante, se abraza a las rodillas de Odiseo y suplica piedad, ya que jamás había él estado con los pretendientes por gusto sino por obligación, ellos eran más y más fuertes. Telémaco detiene a su padre y confirma lo dicho por Femio y agrega un pedido de piedad para Medonte, el heraldo, quien al escuchar esto asoma su cabeza y ruega por su vida. Ambos son eximidos de la matanza y salen de la sala a esperar su resultado.
Esta imagen muestra el resultado de la matanza, con Atenea en el centro de la misma siendo testigo de todo lo ocurrido.


Al culminar el exterminio de los pretendientes, Odiseo llama a la anciana Euriclea y le ordena traer a todas las esclavas que habían deshonrado a la reina y a su hijo. La noble Euriclea vuelve con doce siervas envueltas en llanto, quienes son puestas a retirar los cadáveres y limpiar la sala, para luego ser conducidas fuera del palacio y ahorcadas por su traición.
A Melantio, quien llevó armas a los enemigos del rey, lo castigaron por su imperdonable conducta cortándole sus orejas y nariz, las cuales fueron arrojadas a los perros y luego le fueron amputados sus brazos y piernas.
Odiseo, antes de hacer llamar a la sin tacha Penélope, se dispuso a quemar azufre en las salas para quitar el hedor.

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